
La Creueta del Coll, es un parque público en el barrio de El Coll, del distrito de Gracia, de Barcelona. Está situado en una colina, en el paseo de la Mare de Deu del Coll, 77.
Ocupa el espacio de la antigua cantera (pedrera) del Coll, en una de las colinas de la parte alta de Barcelona. Funcionó como pedrera durante muchos años y contribuyó a la construcción de las numerosas viviendas que acogieron a la emigración interna de los años 60 y ayudó a erradicar el chabolismo.
Ahora es un parque resguardado con un gran estanque, que en verano se convierte en piscina, una enorme plaza, numerosos caminos entre la vegetación y arte. Parque que se ha convertido en uno de los lugares de encuentro y ocio más importantes para los vecinos del barrio.
Y doy fe de ello personalmente. Escribo esto unas horas después de participar en una Visita Cultural, de unas tres horas llenas de sol y sombra otoñal, aire limpio y... numerosos grupos familiares que paseaban, jugaban y disfrutaban a pleno pulmón ( sobre todo las criaturas). Era, verdaderamente, un parque vivo.
Hemos visto acacias, pinos y una enorme variedad de arbustos mediterráneos, y palmeras. Hemos paseado a lo largo del estanque, nos hemos adentrado en caminos y senderos. Hemos gozado de la vista de la ciudad, mientras subíamos a los distintos niveles de paseo. Hemos descubierto zonas de juego...
Nos ha recibido el arte; nada más entrar: el Tótem, un altísimo y esbelto monolito de Kelly. Y mucho más adentro, al final de la piscina entre las paredes de la antigua pedrera, la joya del parque: el Elogio del agua, de Eduardo Chillida. Una escultura colosal, de hormigón, de 54 toneladas, suspendida en el aire por cuatro enormes cables y sobre una lámina de agua en la que se refleja. La forma abraza el aire y parece querer envolver y cerrar este aire entre la figura y su imagen. El conjunto contribuye a dar a esta enorme estructura una asombrosa ligereza. Junto a ella recordamos la fábula griega de Narciso que, enamorado de su reflejo en el agua, terminó convirtiéndose en la flor que lleva su nombre.
Paseamos, después, por las zonas de picnic, vislumbramos en lo alto la Creueta blanca que le da nombre, vimos en lo más alto las barandillas que marcan el camino... para los más audaces. Descubrimos pequeñas curiosidades entre las plantas; nos sorprendimos ante la construcción para refugio de insectos, sobre todo abejas; nos alegramos al reconocer las hojas de acanto, tan caras al arte griego...
Acabo con algunas informaciones: el parque se inauguró en 1976 y, a pesar de las polémicas, predominó la decisión de tener un parque en lugar de bloques de pisos.
Sabia decisión que hoy aplaudimos y disfrutamos. Os animo a gozarla.
María Jesús Ramos